viernes, 25 de febrero de 2011

10 razones por las que la Internet no puede sustituir a las bibliotecas.

                                               


El Decano de Servicios Bibliotecarios en la Universidad de Winthrop en el estado de Carolina del Sur, Mark Y. Herring, ha publicado un artículo en el que enumera las diez razones por las que, en su opinión, Internet no puede sustituir a las bibliotecas convencionales.
Altos costos, desorden, poca fiabilidad y constantes omisiones, hacen de Internet, según Mark Y. Herring, un recurso que jamás podrá sustituir a las bibliotecas convencionales.
Herring afirma que dos universidades intentaron, sin éxito, depender exclusivamente de Internet, pero que las carencias de las bibliotecas virtuales obligaron, en ambos casos, construir una biblioteca tradicional con un fuerte componente electrónico.
El Decano de Servicios Bibliotecarios, para quien Internet puede funcionar como una exitosa herramienta complementaria, presentó las”Diez razones por las que Internet no sustituye a las bibliotecas”, reproducidas a continuación:
1. No todo se encuentra en Internet. Normalmente, lo valioso en la Red no es gratis y se hace necesario pagar por la suscripción a bases de datos, revistas profesionales y otros recursos en formato electrónico disponibles por medio de la Red.
2. La aguja - su búsqueda - en un pajar - la Red. La Internet es como una inmensa biblioteca sin catalogar. Los motores de búsqueda, ni organizan la colección virtual, ni seleccionan, ni le dan la totalidad de lo disponible en la Red acerca de un tema en específico.
3. La ausencia de un control de calidad. Junto al material científico, médico e histórico, existe mucha basura. No hay control de calidad, ni confiabilidad en la Red. Tampoco se espera que llegue a haberla.
4. Lo que se desconoce puede resultar perjudicial. La gran bendición para las bibliotecas ha sido la digitalización de revistas profesionales. Aunque se dice que estas poseen artículos en formato de texto completo, esto no es siempre así. Existen omisiones que muchas veces pasan desapercibidas. Estas incluyen, en algunos casos, las notas, tablas, gráficos, fórmulas, entre otros. Además, los proveedores de bases de datos tienden a eliminar artículos e incluso revistas sin aviso previo.
5. La inversión en materiales electrónicos o digitalizados puede duplicarse e incluso triplicarse en comparación con su costo en impreso. La accesibilidad de estos no es mayor que la del libro impreso, porque está limitada por las licencias. Si tiene una licencia para libros electrónicos, no puede leerlo más de una persona simultáneamente.
6. En cuanto a los lectores de libros electrónicos: utilizar un lector de libros electrónicos durante más de media hora puede resultar en un dolor de cabeza y la vista fatigada. Además, si lo que va a leer tiene más de dos páginas la tendencia es a imprimirlo.
7. ¿Podría existir una universidad sin bibliotecas? No. Herring presenta la experiencia de dos universidades que intentaron, sin éxito, depender exclusivamente de Internet. La solución, en cada caso, fue una biblioteca tradicional con un fuerte componente electrónico.
8. Y, ¿qué de la biblioteca virtual a nivel estatal? Podría lograr que el estado se arruine, afirma el autor. El costo de digitalizarlo todo es increíblemente alto, decenas de millones de dólares en derechos de autor solamente. Y ¿cómo garantizar que los estudiantes tendrán acceso universal a estos medios? Otro problema que plantea al lector es ¿qué hacemos con los libros raros y recursos primarios valiosos una vez digitalizados? Finalmente, ¿y si se va la luz?
9. La Internet: una milla de ancho, una pulgada (o menos) de profundidad. La mayoría de los recursos en el Internet no tienen más de 15 años. Muchos vendedores de revistas electrónicas ofrecen añadir un año, a la vez que suprimen otro. El acceso a material retrospectivo es costoso. Al autor le preocupa que nuestros estudiantes del futuro conozcan - y tengan acceso a - recursos académicos de más de diez o quince años.
10. La Internet es universal, pero el libro portátil. En un sondeo reciente de aquellos que compran libros electrónicos, más de un ochenta por ciento sostuvo que prefería utilizar la Internet para comprar libros a leerlos en la Red.
Herring afirma que “nadie como un bibliotecario sabe cuánto cuesta mantener funcionando una biblioteca”, y que sus colegas siempre buscan cómo ahorrar “sin comprometer el servicio”.
La Internet es una maravilla”, sostiene, pero enseguida añade que “afirmar que las bibliotecas se están haciendo obsoletas, equivale a decir que los zapatos se han hecho innecesarios para los pies”.

martes, 8 de febrero de 2011

La Paradoja de Nuestro Tiempo.




La paradoja de nuestro tiempo es que tenemos edificios más altos y temperamentos más reducidos, carreteras más anchas y puntos de vista más estrechos. Gastamos más pero tenemos menos, compramos más pero disfrutamos menos. Tenemos casas más grandes y familias más chicas, mayores comodidades y menos tiempo. Tenemos más grados académicos pero menos sentido común, mayor conocimiento pero menor capacidad de juicio, más expertos pero más problemas, mejor medicina pero menor bienestar.
Bebemos demasiado, fumamos demasiado, despilfarramos demasiado, pero reimos muy poco, manejamos muy rápido, nos enojamos demasiado, nos desvelamos demasiado, amanecemos cansados, leemos muy poco, vemos demasiado televisión y oramos muy rara vez.
Hemos multiplicado nuestras posesiones pero reducido nuestros valores. Hablamos demasiado, amamos demasiado poco y odiamos muy frecuentemente.

Hemos aprendido a ganarnos la vida, pero no a vivir. Añadimos años a nuestras vidas, no vida a nuestros años. Hemos logrado ir y volver de la luna, pero se nos dificulta cruzar la calle para conocer a un nuevo vecino. Conquistamos el espacio exterior, pero no el interior. Hemos hecho grandes cosas, pero no por ello mejores.

Hemos limpiado el aire, pero contaminamos nuestra alma. Conquistamos el átomo, pero no nuestros prejuicios. Escribimos más pero aprendemos menos. Planeamos más pero logramos menos. Hemos aprendido a apresurarnos, pero no a esperar. Producimos computadoras que pueden procesar mayor información y difundirla, pero nos comunicamos cada vez menos y menos.

Estos son tiempos de comidas rápidas y digestión lenta, de hombres de grantalla y cortedad de carácter, de enormes ganancias económicas y relaciones humanas superficiales. Hoy en día hay dos ingresos pero más divorcios, casas más lujosas pero hogares rotos. Son tiempos de viajes rápidos, pañales deshechables, moral descartable, acostones de una noche, cuerpos obesos, y píldoras que hacen todo, desde alegrar y apaciguar, hasta matar.
Son tiempos en que hay mucho en el escaparate y muy poco en la bodega. Tiempos en que la tecnología puede hacerte llegar esta carta, y en que tu puedes elegir compartir estas reflexiones o simplemente borrarlas.

Acuérdate de pasar algún tiempo con tus seres queridos porque ellos no estarán aquí siempre.

Acuérdate de ser amable con quien ahora te admira, porque esa personita crecerá muy pronto y se alejará de ti.

Acuérdate de abrazar a quien tienes cerca porque ese es el único tesoro que puedes dar con el corazón, sin que te cueste ni un centavo.

Acuérdate de decir te amo a tu pareja y a tus seres queridos, pero sobre todo dilo sinceramente. Un beso y un abrazo pueden reparar una herida cuando se dan con toda el alma.

Acuérdate de tomarte de la mano con tu ser querido y atesorar ese momento, porque un día esa persona ya no estará contigo.

Recuerda:


Tenemos que vivir y no sólo existir.

UN MENSAJE DE GEORGE CARLIN:  

Comediante de los años 70 y 80.